miércoles, 29 de enero de 2014

Polonesa o Cómo aprendía a amar la sopa de remolacha

Cuando a uno le hablan de comida exótica piensa en Tailandia, Japón o algún país al que para llegar desde nuestra Península Ibérica hagan falta al menos 10 horas de vuelo en avión. Pero no, resulta que esa gastronomía “exótica” se ha vuelto tan cotidiana que en ocasiones el sushi ya es tan nuestro como el cocido o un buen bocata de calamares (que a buen seguro a los amantes del pescado nipón les apasionará). Cuando se habla de cocina exótica o, por lo menos, desconocida, el Dúo piensa instintivamente en un país que les robó el corazón cuando estuvieron, en distintas ocasiones y por distintos motivos. Y no es un país dejado de la mano de Dios. No hace falta ni salir de las fronteras comunitarias. Un lugar donde se fían tan poco de un ruso como de un alemán. Nos referimos, claro está, a la Gran Polonia, tierra de sopas.


 
Productos típicos de Polonia en su
entorno natural
 
 
Todo empezó porque al regresar de tierras varsovianas, uno de los miembros del Dúo contrajo una enfermedad difícil de creer, de curar y más aun de contentar en España: la adicción al barszcz, sopa de remolacha especiada con raviolis. La otra mitad del Dúo recuerda el barszcz con cierto recelo, ya que, por motivos ajenos al plato, este está asociado en su mente a la mayor vomitera de su joven vida. Pero el mono de barszcz es demasiado fuerte. Tras mucho buscar, mentira, tras buscar una sola vez, encontramos un restaurante de comida polaca, La Polonesa, en la calle Narciso Serra 3 de Madrid, al lado del metro Menéndez Pelayo. La decisión es unánime, tras el KFC toca volver a Varsovia, pero no a por la Grander Texas, sino a por las sopas del país centroeuropeo.
Una vez allí encontramos un local que recuerda un poco a los típicos restaurantes de pueblo español, pero con los detalles y decoración de Polonia. También tiene un pequeño “mercado” con productos originarios de allí, lo que trae una brisa de morriña y una tierna lágrima por tiempos pasados y fríos. Una vez sentados, pedimos sendos boles de barszcz, otros dos de zurek (crema de patata, harina de centeno, salchichas y huevo duro) y un bigos x chleb (pan relleno de guiso de repollo y carne). El barszcz es sencillamente delicioso. Nunca pensaste que una cosa púrpura pudiera estar tan sumamente rico. Te tomarías una cazuela entera. El zurek es bastante más pesado, llena mucho, pero tiene un sabor muy característico que lo hace ideal para una tarde fría en la estepa europea. El bigos es muy fuerte, tiene un sabor potente y llena una barbaridad, agravado por las dos sopas que nos hemos comido antes. No nos llegamos a terminar el bigos por hartazgo. Tras unos chupitos de vodka, abandonamos el sitio planeando el próximo  rival para el Dúo.
 
 
Vodka de 95%, capaz de exterminar
cualquier parásito gastrointestinal
 
 
En general una comida sorprendente y rica. Cuenta con menú del día para probar variado por un precio asequible. El lugar es pintoresco y puede ser una grata sorpresa si vais. Quizá es más arriesgado que ir a un coreano o a un indio, pero vale mucho la pena. Dadle una oportunidad al barszcz y os volveréis adictos a la sopa de remolacha lo que os resta de vida.
 
Prospectiva:
La Polonesa no es un establecimiento de comida rápida, por lo que será difícil compararla con el resto de lugares asaltados por el Dúo.
Tal vez nuestro principal problema fue, como siempre, pasarnos a comer por el ansia inicial y la nostalgia, una sopa y un segundo por persona van perfectos, pero nosotros debíamos ir más allá.
El sabor es 100% el autóctono. 100% natural, y 100% sabroso. El problema es que también coge el precio de allí en zloty y lo convierte a euro literal, es decir, 4 veces más caro. Pero bueno, para una ocasión el establecimiento lo merece.
Un lugar excepcional para llevar a la pareja. Reservado, muy romántico (tanto que el Dúo solicitó que encendieran las luces al verse solos en la penumbra) y tras un Dzien dobry, la propietaria y encargada hace que el servicio merezca la pena.
 
 
Barszcz, tras ese color extraño se esconde una
sustancia 10 veces más adictiva que la cocaína

jueves, 16 de enero de 2014

Coronel Sanders, el Titiritero Sureño

Comienza un día de perros… la suerte nos ha abandonado. Durante una nefasta mañana nos encontramos con las peores tiradas de dados jamás vista en la historia de los juegos de mesa. Una intuición nos hace saber que un ente extracorpóreo, seguramente desde el más allá, nos ha marcado. Se ríe de nosotros, (especialmente de uno de los miembros del Dúo) con un tono sardónico y despreciable. Una maldición que deja como meras rachas de mala suerte a los maleficios artífices de las más agobiantes películas de terror.
Huimos del lugar gafe donde la suerte nos ha sido negada buscando un lugar donde comer. Nos alejamos todo lo posible (desde Argüelles a Callao) para intentar dar esquinazo a tan cenizo destino. Recordamos el anuncio del KFC, que oferta un menú a priori considerable por sólo 4 euros. Ante tan nimio coste, no nos queda más remedio que entrar en el churrasco tipo Kentucky.




Pedimos dos menús de 4 euros, menús que aseguran quitar el hambre. Constan de una hamburguesa de pollo, un trozo de pollo frito, patatas y un helado o una mazorca de maíz. Nos sirven y nos dan un taco de cupones descuento. Nos sentamos y empezamos a comer. Comenzamos probando las patatas. Insípidas, saben al aceite de girasol de la freidora. El trozo de pollo es lo que esperábamos, una tajada grande de pollo rebozado y frito a tal temperatura que mientras el rebozo se fríe, el pollo se cuece. La hamburguesa nos sabe a poco, siendo un mini Long Chicken tamaño mini digno de menú infantil para niños de 0 a 3 años. El helado es tipo Sunday del McDonalds, pero está muy por debajo del que ofrece la cadena del payaso. Seguramente el peor helado que hemos probado nunca. En definitiva, el menú es lo que esperas por 4 euros, pero si piensas que has comido lo suficiente, te equivocas. Muy insuficiente.

Ante tal estafa publicitaria, seguimos con hambre. Revisamos los cupones y vemos uno que nos ofrece dos hamburguesas B.O.S.S. por 5 euros. Lo pedimos. Y aquí la cosa cambia. Esto si es una hamburguesa en condiciones. Por supuesto, cualquier parecido con la Grander Texas, que parece patrimonio exclusivo de tierras polacas (Sanders, nosotros somos sureños, como tú, ¿por qué nos haces esto?), es pura ficción, pero es que la Grander Texas es lo mejor que te puedes llevar a la boca en el mundo de la comida basura europea. Volviendo a la B.O.S.S., es una hamburguesa rica, el pollo es un buen trozo, tanto de tamaño como de grosor, buena salsa, pan especiado y tamaño aceptable, similar al del Whopper. Esto sí ha sido un acierto, y todo por 2,50 la hamburguesa…y por si fuera poco, nos devuelven el cupón para usarlo en otra ocasión ¿¡!?. Esta hamburguesa compensa la mala suerte con los dados.

Así vemos como el efecto kármico de la mañana no es más que un plan tramado por el Coronel Sanders, resguardado en la porción del infierno que le corresponde, de bajar tanto nuestras expectativas para luego colarnos la B.O.S.S. y que nos parezca aún mejor de lo que es. . La muestra final de que Sanders deja de manipularnos es cuando uno de los integrantes del Dúo entra en una tienda de golosinas al peso para pagar 7 céntimos por una dentadura de azúcar. Claro que era marketing, claro que lo tenía todo planeado, y claro que le ha salido bien. Porque, por 2,50, ¿quién no se come una hamburguesa tamaño Whopper sabiendo que podrá disfrutar del papelito que obra semejante milagro de forma indefinida?



Un BOSS a comerse a otro


Prospectiva:
El menú de 4€ es definitivamente mejor que 4 euros invertidos en productos a 1€ de Burguer King y por supuesto que los de la tierra del doblepensar orwelliano, en los que venden productos a 1€ por 1,30€, llamada McDonalds. Gloria al Gran Hermano, pero esta vez gana el Coronel Sanders por vapuleo y tanto el Rey como el Joker han de quitarse el sombrero en su rincón del cuadrilátero ante el menú KFC.

Por supuesto si comparamos cada pieza individual con una en su esplendor, como puede ser el McPollo de McDonalds o las patatas con las de BK, nuestro Coronel se bate en retirada, pero el precio hace que merezca la pena. En este mundo nadie regala nada, pero KFC por lo menos se lo ha currado. ¡Viva KFC!

Ahora vamos con la BOSS. Solid Snake estaría orgulloso de tan esplendido manjar. 2,50€ que son menos de una tercera parte de lo que vale nuestra amada Claus, que Satanás la abrace por siempre. Un rico pan especiado, un suculento filete de pollo a lo KFC que asimila en grosor a los trozos de carne de Ribs o Hollywood. Vamos que es suculenta, sabrosa y de un tamaño aceptable por 2 euros y medio.

¿A qué esperáis? Con novia o sin ella, ¡¡¡llevad a vuestros amigos allí y que cada uno pida 2 o incluso 3!!!




Patatas

martes, 14 de enero de 2014

El violín de la Diablo Burger


Tras el atentado contra nuestros estómagos que supuso enfrentarnos a la salsa 4x de los infernales burritos de Tierra, no se nos ocurrió mejor manera de volver tras el parón navideño que enchufándonos otro tanto pa´l cuerpo: Ribs lanzó el guante y nosotros no dudamos a la hora de recogerlo. Diablo Burger vs Selecto Dúo Tragaldabas. Un combate digno del más mítico Wrestlemania.

Ciudad de la Imagen. Granero de Ribs. La hora señalada. Confirmamos que el reto sigue vigente. Otro estómago de hierro nos acompaña para poner a prueba su virilidad, Sixfi del clan Sixfingers. El camarero nos advierte de que pica hasta el pan. Nos sentamos. Compartimos experiencias y anécdotas como ritual para prepararse para descender a los abrasadores fuegos del Tártaro. Tardan en tomarnos nota (odio cuando gente que ha entrado más tarde que yo es servida antes), pero enseguida piden en la cocina nuestras hamburguesas. Un tipo en otra mesa no es capaz ni de tomarse la mitad, perdiendo toda la virilidad delante de su novia, cuyo nivel de testosterona en sangre debía triplicar al de su chico cuando salieron del restaurante. Esperamos algo incomible. Nos las traen. El plato rezuma pimentón y especias. Todo adornado con unos jalapeños rojos como la bandera de la URSS. Y tras firmar el contrato del combate por el título, suena la campana y comienza el evento principal. Y aquí es donde se presentan los luchadores, los aspirantes al título.

Avanzando con paso firme, lento, con camisa de leñador, el Gran Devorador afrenta la hamburguesa con temple y aplomo. Las patatas duran un suspiro. Un sparring bastante flojillo. Es hora de luchar contra el campeón. Con paciencia y pocas palabras, la hamburguesa desaparece con espantosa velocidad. Un bocado tras otro, el picante es derrotado por la capacidad de engullir de un hombre que ha nacido para esto. Todo esto sin probar su bebida hasta el final. Victoria por K.O técnico. Randy Savage estaría orgulloso de cederle su sobrenombre de “Macho Man”.

Tras el Gran Devorador llega el pequeño fanfarrón, el heel del grupo, el Camorrista. La violencia es su marca personal. Ataca con vehemencia y agresividad la totalidad de su comida. El contenido de la hamburguesa se desparrama por el plato como los sesos de un tipo que ha recibido un botellazo en una gresca tabernaria. Devora con ansia y violencia mientras saquea refrescos ajenos. Frente a la provocación del Gran Devorador, pide pan para rebañar la salsa picante restante. Le falta escupir al público para comenzar una nueva pelea.

Y por último, el Hombre Tranquilo, sin prisas y probándose a sí mismo. Empieza bien, pero pronto cada bocado se hace un mundo. Pero no decae, su ánimo es el de un campeón nato, y lentamente, acaba por doblegar al picante y pone sobre la lona a su contrincante. Cuenta de tres, y tenemos nuevo macho en la ciudad.

Al final, no era tanto como nos creíamos. En un lapsus, el camarero casi nos sirve otras tres hamburguesas en vez de rellenarnos el vaso de bebida de nuevo. Refill, punto importantísimo y más en estos combates a muerte frente al picante. Foto de rigor para el Hall of Fame, y premio de camiseta y hamburguesa gratis para la siguiente visita a Ribs. Como celebración de nuestra gloriosa victoria, pedimos unas ceras de colores y hacemos los pasatiempos del mantel del menú infantil. Tras intentar resolver un laberinto virtualmente imposible (al menos para un becerro sobre un tractor) y encontrar 8 en el juego de las 7 diferencias, nuestra virilidad está tan a flor de piel que empezamos a destrozar los manteles, las ceras y a anunciar nuestra victoria en el ciberespacio. Pagamos y nos vamos. Nos cobran el pan con el que Camorrista rebañó la salsa, malo asunto. Destilamos masculinidad…masculinidad y aliento de fuego.

Conclusión: no dejes tus cosas cerca de un grupo de machos ebrios de virilidad.



Randy Savage tiene otros tres machotes con los que
compartir el título de "Macho King"


Prospectiva: El reto fue un gran reclamo, y si consigues acabarte la hamburguesa (concluimos que equivale a un 3,5x en el Terra, no es para tanto) los 11.95 que vale se convierten en la mitad puesto que te invitan a otra hamburguesa cuando vuelvas (confirmaremos si esto se cumple al 100% o ponen alguna pega). Eso sí, has de volver en dos semanas o caduca la oferta.

El principal problema de la hamburguesa es que no está rica. Un plato picante puede saber bien, pero esta no. Una salsa extraña y picante, puesta en cantidades industriales intentando hacer que sea incomible, sólo consigue saturar la hamburguesa de sabor avinagrado.

Efectos del sabor y picante de la Diablo

En definitiva, reto gracioso, testosterona descargada, pero mala hamburguesa. Esperemos que la gratis lo compense.

Como siempre, el Refill dio lugar a la Party. No Refill? No Party. Pero ni el Refill pudo compensar el lento servicio. Se acepta que a determinadas horas el servicio vaya más lento, vale, pero no que sirvan a mesas que se llenaron más tarde antes de que te tomen nota a ti. Inaceptable. Los encargados muy amables, eso sí, agradables y simpáticos ante nuestra absurda exhibición de fuerza, pero de nuevo lo hunden todo cuando te cobran 0.90 por un mendruguito de pan. La propina hubiese superado ese valor con creces. Pero ellos la perdieron.
Ribs en definitiva es un lugar acogedor, pero a determinadas horas es un caos que te tomen nota, por lo que no es mal sitio para llevar a la pareja si se tiene paciencia y sentido del humor. Eso sí, si se quiere disfrutar, no hay que pedir la Diablo.



Patatas